27 diciembre 2006

Escribir no me produce ningún placer.

Si pudiera volverle la espalda a la idea agazapada en la oscuridad, si pudiera abstenerme de abrirle la puerta para dejarla entrar, ni siquiera cogería la pluma.

Pero alguna que otra vez se produce una gran explosión: cristales, ladrillos y astillas atraviesan violentamente la fachada y un personaje se yergue sobre los escombros, me agarra por el cuello y me dice dulcemente: “No te soltaré hasta que me pongas en palabras, sobre el papel”.

Richard Bach
(autor de Juan Salvador Gaviota)

24 diciembre 2006

La Rosa de Paracelso

En su taller, que abarcaba las dos habitaciones del sótano, Paracelso pidió a su Dios, a su indeterminado Dios, a cualquier Dios, que le enviara un discípulo. Atardecía. El escaso fuego de la chimenea arrojaba sombras irregulares. Levantarse para encender la lámpara de hierro era demasiado trabajo. Paracelso, distraído por la fatiga, olvidó su plegaria. La noche había borrado los polvorientos alambiques y el atanor cuando golpearon la puerta. El hombre, so?oliento, se levantó, ascendió la breve escalera de caracol y abrió una de las hojas. Entró un desconocido. También estaba muy cansado. Paracelso le indicó un banco; el otro se sentó y esperó. Durante un tiempo no cambiaron una palabra.
El maestro fue el primero que habló.
- ?Recuerdo caras del Occidente y caras del Oriente –dijo no sin cierta pompa-. No recuerdo la tuya. ?Quién eres y qué deseas de mí?
- Mi nombre es lo de menos –replicó el otro-. Tres días y tres noches he caminado para entrar en tu casa. Quiero ser tu discípulo. Te traigo todos mis haberes.
Sacó un talego y lo volcó sobre la mesa. Las monedas eran muchas de de oro. Lo hizo con la mano derecha. Paracelso le había dado la espalda para encender la lámpara. Cuando se dio vuelta advirtió que la mano izquierda sostenía una rosa. La rosa lo inquietó.
Se recostó, juntó la punta de los dedos y dijo:
- Me crees capaz de elaborar la piedra que trueca todos los elementos en oro y me ofreces oro. No es oro lo que busco, y si el oro te importa, no serás nunca mi discípulo.
- El oro no me importa –respondió el otro-. Estas monedas no son más que una prueba de mi voluntad de trabajo. Quiero que me ense?es el Arte. Quiero recorrer a tu lado el camino que conduce a la Piedra.
Paracelso dijo con lentitud:
- El camino es la Piedra. El punto de partida es la piedra. Si no entiendes estas palabras, no has empezado aún a entender. Cada paso que darás es la meta.
El otro lo miró con recelo. Dijo con voz distinta:
- Pero, ?hay una meta?
Paracelso se rió.
- Mis detractores, que no son menos numerosos que estúpidos, dicen que no y me llaman un impostor. No les doy la razón, pero no es imposible que sea un iluso. Sé que “hay” un Camino.

Hubo un silencio, y dijo el otro:
Estoy listo a recorrerlo contigo, aunque debamos caminar muchos a?os. Déjame cruzar el desierto. Déjame divisar siquiera de lejos la tierra prometida, aunque los astros no me dejen pisarla. Quiero una prueba antes de emprender el camino.
- ?Cuándo? –dijo con inquietud Paracelso.
- Ahora mismo –dijo con brusca decisión el discípulo.
Habían empezado hablando en latín; ahora, en alemán.
El muchacho elevó en el aire la rosa.
- Es fama –dijo- que puedes quemar una rosa y hacerla resurgir de la ceniza, por otra de tu arte. Déjame ser testigo de ese prodigio. Eso te pido, y te daré después mi vida entera.
- Eres muy crédulo –dijo el maestro-. No he menester de la credulidad; exijo la fe.
El otro insistió.
- Precisamente porque no soy crédulo quiero ver con mis ojos la aniquilación y la resurrección de la rosa.
Paracelso la había tomado, y al hablar jugaba con ella.
- Eres crédulo –dijo-. ?Dices que soy capaz de destruirla?
- Nadie es incapaz de destruirla –dijo el discípulo.
- Estás equivocado. ?Crees, por ventura, que algo puede ser devuelto a la nada? ?Crees que el primer Adán en el Paraíso pudo haber destruido una sola flor o una brizna de hierba?
- No estamos en el Paraíso –dijo tercamente el muchacho-, aquí, bajo la luna, todo es mortal.
Paracelso se había puesto en pie.
- ?En qué otro sitio estamos? ?Crees que la divinidad puede crear un sitio que no sea el Paraíso? ?Crees que la Caída es otra cosa que ignorar que estamos en el Paraíso?
- Una rosa puede quemarse –dijo con desafío el discípulo.
- Aún queda fuego en la chimenea –dijo Paracelso.
- Si arrojaras esta rosa a las brasas, creerías que ha sido consumida y que la ceniza es verdadera. Te digo que la rosa es eterna y que sólo su apariencia puede cambiar. Me bastaría una palabra para que la vieras de nuevo.
- ?Una palabra? –dijo con extra?eza el discípulo-. El atanor está apagado y están llenos de polvo los alambiques. ?Qué habías para que resurgiera?

Paracelso le miró con tristeza.
- El atanor está apagado –repitió- y están llenos de polvo los alambiques. En este tramo de mi larga jornada uso de otros instrumentos.
- No me atrevo a preguntar cuáles son –dijo el otro con astucia o con humildad.
- Hablo del que usó la divinidad para crear los cielos y la tierra y el invisible Paraíso en que estamos y que el pecado original nos oculta. Hablo de la Palabra que nos ense?a la ciencia de la Cábala.

El discípulo dijo con frialdad:
- Te pido la merced de mostrarme la desaparición y aparición de la rosa. No me importa que operes con alquitaras o con el Verbo.

Paracelso reflexionó. Al cabo, dijo:
- Si yo lo hiciera, dirías que se trata de una apariencia impuesta por la magia de tus ojos. El prodigio no te daría la fe que buscas. Deja, pues, la rosa.

El joven lo miró, siempre receloso. El maestro alzó la voz y le dijo:
- Además, ?quién eres tú para entrar en la casa de un maestro y exigirle un prodigio? ?Qué has hecho para merecer semejante don?

El otro replicó, tembloroso:
- Ya sé que no he hecho nada. Te pido en nombre de los muchos a?os que estudiaré a tu sombra que me dejes ver la ceniza y después la rosa. No te pediré nada más. Creeré en el testimonio de mis ojos.
Tomó con brusquedad la rosa encarnada que Paracelso había dejado sobre el pupitre y la arrojó a las llamas. El color se perdió y sólo quedó un poco de ceniza. Durante un instante infinito esperó las palabras y el milagro.
Paracelso no se había inmutado. Dijo con curiosa llaneza:
- Todos los médicos y todos los boticarios de Basilea afirman que soy un embaucador. Quizá estén en lo cierto. Ahí está la ceniza que fue la rosa y que no lo será.
El muchacho sintió vergüenza. Paracelso era un charlatán o un mero visionario y él, un intruso, había franqueado su puerta y lo obligaba ahora a confesar que sus famosas artes mágicas eran vanas.
Se arrodilló, y le dijo:
- He obrado imperdonablemente. Me ha faltado la fe, que el Se?or exigía de los creyentes. Deja que siga viendo la ceniza. Volveré cuando sea más fuerte y seré tu discípulo y al cabo del Camino veré la rosa.
Hablaba con genuina pasión, pero esa pasión era la piedad que le inspiraba el viejo maestro, tan venerado, tan agredido, tan insigne y por ende tan hueco. ?Quién era él, Johannes Grisebach, para descubrir con mano sacrílega que detrás de la máscara no había nadie?
Dejarle las monedas de oro sería una limosna. Las retomó al salir. Paracelso lo acompa?ó hasta el pie de la escalera y le dijo que en esa casa siempre sería bienvenido. Ambos sabían que no volverían a verse.
Paracelso se quedó solo. Antes de apagar la lámpara y de sentarse en el fatigado sillón, volcó el tenue pu?ado de ceniza en la mano cóncava y dijo una palabra en voz baja. La rosa resurgió.

Jorge Luís Borges.

La Palabra

"En el principio ya existía la Palabra y la Palabra estaba junto a Dios, y la Palabra era Dios. La Palabra en el principio estaba junto a Dios. Por medio de la Palabra se hizo todo, y sin ella no se hizo nada de lo que se ha hecho. En la Palabra había vida y la vida era la luz de los hombres. La luz brilla en la tiniebla, y la tiniebla no la recibió. Surgió un hombre enviado por Dios, que se llamaba Juan: éste venía como testigo, para dar testimonio de la luz, para que por él todos vinieran a la fe. No era él la luz, sino testigo de la luz. La Palabra era la luz verdadera, que ilumina a todo hombre. Al mundo vino, y en el mundo estaba; el mundo se hizo por de ella, y el mundo no la conoció. Vino a su casa y los suyos no la recibieron, les da poder para ser hijos de Dios, si creen en su nombre. Éstos no han nacido de sangre, ni de amor carnal, ni de amor humano, sino de Dios. Y la Palabra se hizo carne y acampó entre nosotros… ".

22 diciembre 2006

De Ramales a Los Vosgos

Te marchaste de Madrid sin escribir la crónica de Ramales. Recuerdas que ya había oscurecido pero la temperatura todavía era agradable. La plaza sin las sombrillas y las palomas era sólo un espacio irregular de fachadas históricas sin armonía entre ellas. Acaso su fealdad cenicienta, de legionarios con móviles y edificios a medio construir te hacían quererla como a esa amiga medio cieguita que te llena de congoja. O acaso la melancolía inusitada surgía de aquellos inviernos en que la atravesabas camino de la Escuela.

Te has ido de la crónica

Aquí, de nuevo, sentada enfrente de la mesa, pero qué mesa, la del café de Ramales o la del Café Hugo en la Plaza des Vosgues. En Paris diluviaba, pasaste la ma?ana en la Shakespeare & Company, luego visitaste las librerías de viejo de la rue de la B?cherie, cuyos escaparates ense?aban libros de Witoldo. El viento sacudía los paraguas y no te dejaba abrir los ojos, más tarde, empapada, te enamoraste de Dora Maar aux ongles verts.
La casa de Víctor Hugo continuaba en una de las esquinas de la plaza.

De nuevo, suena el móvil

Joaquín es el primero que llegó a Ramales, la camarera, una joven robusta de Angola, nos aconsejó que no leyéramos demasiado, un poco sí, pero no mucho, mi tía sabía cinco idiomas y tenía tres carreras, allí, en Luanda, y un día comenzó a hablar con los espejos, nos contaba con cara circunspecta mientras nos servía el café con leche y las magdalenas, ya os digo, poquito, que termináis como mi tía que ya solo atiende a los espejos. Joaquín y yo nos reíamos y entre sorbitos yo le contaba que en Paris había una plaza cuadrada con un jardín central rodeado de mansiones del diecisiete y que Víctor Hugo siempre escribía de pie. Y se ve que Hemingway le imitó el hábito, Joaquín, aunque el americano a maquina, allí en Cuba, donde vive una amiga medio cieguita que me llena de congoja.

18 diciembre 2006

NAVIDADES

Mientras las familias se juntan, la literatura parece dispersarse en Navidades. Las letras escapan del calor de los diccionarios y vagabundean por lugares inhóspitos y frios. Me pica la garganta y en ocasiones la voz se me detiene. Me ocurre con frecuencia, sobre todo cuando no escribo. Me dedico a leer cuentos rusos. No de Gogol ni de Tolstoi ni de Dostoiewski, ni siquiera de Chejov, (aunque más me valiera). Son historias de "no escritores" rusos que escriben. Recorro bibliotecas. El jueves tengo audición de Haikus. Los leerá una japonesa. El Haiku reclama una caligrafía y una declamación propia. Imagino que pasaré las Navidades en El Escorial pero no lo tengo seguro. No me gustan las calefaciones excesivas y tengo que cojer el punto para no pasar frio. Atrapo las letras que me llegan perdidas y construyo algunas palabras sin sentido. Las detengo en la pantalla del blog. Ma?ana es martes y deberé afeitarme.

02 diciembre 2006

De novelas... ?Cómo empiezan?

24. Soy un hombre enfermo... Soy un hombre despechado. Soy un hombre antipático. Creo que padezco del hígado. sin embargo, no sé nada de mi dolencia ni sé a ciencia cierta de qué padezco. No estoy en tratamiento ni nunca lo he estado, aunque siento respeto por la medicina y los médicos. Por a?adidura, soy sumamente supersticioso, al menos lo suficiente para respetar la medicina. (Soy lo bastante culto para no ser supersticioso, pero soy supersticioso.) No se?or, me niego a ponerme en tratamiento por puro despecho. He ahí algo que ustedes probablemente no comprenden. Ahora bien, yo sí lo comprendo. Yo, por supuesto, no sabría explicarles contra quién precisamente va dirigido mi despecho en este caso; sé perfectamente que no puedo "jorobar"a los médicos por el hecho de no consultar con ellos; sé mejor que nadie que el único perjudicado en esto soy yo y sólo yo. En todo caso, si no me pongo en tratamiento es por despecho. ?Que mi higado está mal? ?Bueno, pues que se ponga peor!
Así llevo viviendo desde hace largo tiempo: unos veinte a?os. Ahora tengo cuarenta. Antes era funcionario público, pero ahora no lo soy. Era un mal funcionario: grosero y gustoso de serlo. En todo caso no me dejaba sobornar, por lo que eso, al menos, me servía de compensación.

23 noviembre 2006

Surfeando por las olas del espacio

Lamento ser tan prosaica en mi entrada. No llevo una temporada prolífica sino todo lo contrario.

He caído en la redes de Telefónica. Cambio de ordenador, a un portátil, y he contratado ADSL wifi. Ahora ya podré hacer pruebas e inventos con nuestro barandal, pero sin cargarme nada. Porque me han dicho que hay unos programitas que te bajan todo el blog al ordenador, para trabajar en local, y cuando estás seguro de lo que has hecho lo puedes subir sin riesgo a perder e?es por el camino, ni otros signos de esos que sólo notas su importancia cuando de repente, desaparecen de la página sin dejar rastro.

Tengo Ferdidurke. Es mío. Lo he comprado.
Pero aún no lo he hecho mío. No he llegado ni a la página diez.
Espero empaparme el próximo martes, con vuestras intervenciones.

Hoy he estado en el Centro de Arte Moderno.
Exposición en torno a Julio Cortazar.

Me llevé una agradable sorpresa: Mariángeles Fernández estaba allí, era una de las artífices de la exposición que giraba en torno a una investigación suya y muchas fotos por Italia, de su cámara.

La exposición surgió por un poema de Luisa ?Jodorowsky?, argentina, que envía a Cortazar. Cortazar, separado, lo recibe en su casa de París y, emocionado, se sienta y le escribe una carta. En realidad la exposición surgió por el hallazgo de la carta de Cortazar a Luisa. A partir de allí comienzan a investigar y contactan con Luisa, quien reconoce que la carta está dirigida a ella y que es la autora del poema. Mariangeles viaja a Roma y hace fotos de varios sitios significativos de la vida de Cortazar en Roma y mencionados en esa carta.

Fue muy, muy interesante. A la inauguración de la exposición asistió la poeta, Luisa, que contó alguna anécdota de su relación con Cortazar.

Os la recomiendo. El Centro de Arte Moderno --peque?ito-- está en c/Gobernador 25, en el Barrio de las Letras, llegando al P? del Prado. (Veamos si mantenemos el símbolo "?", o lo hemos perdido también en el naufragio).

21 noviembre 2006

Después de haber leído vuestras valiosas y polémicas aportaciones sobre trama y final, y apuntando en otra dirección, se me ocurre algo más.
Hace poco fui a ver una exposición de arte fractal y creo reconocer en la novela una estructura muy parecida a esos insólitos cuadros, que también tienen que ver con la teoría del caos.
"Un fractal es un objeto geométrico cuya estructura básica se repite en diferentes escalas. El término fue propuesto por Benoît Mandelbrot en 1975. En muchos casos los fractales pueden ser generados por un proceso recursivo o iterativo capaz de producir estructuras autosimilares independientemente de la escala específica. Los fractales son estructuras geométricas que combinan irregularidad y estructura".

15 noviembre 2006

Cosmos, la trama, y otros pollos


De las definiciones de trama que contempla el diccionario de la RAE, podemos elegir dos. La primera, susurra ecos jamesianos: conjunto de hilos que, cruzados y enlazados con los de la urdimbre, forman una tela. El autor de Otra vuelta de tuerca utilizaba el símil de la tela para explicar cómo se debía escribir una novela. La segunda (cuarta para la RAE) y menos evocativa nos dice: disposición interna, contextura, ligazón entre las partes de un asunto u otra cosa, y en especial el enredo de una obra dramática o novelesca.

Aristóteles, en la Poética, epígrafe XVIII, nos instruía:
“Son propios de toda tragedia tanto el nudo como el desenlace. Lo de fuera y algunas cosas de dentro son muchas veces el nudo, y lo demás el desenlace. Digo que es nudo, la parte desde el principio hasta esa parte que es el extremo a partir del cual se cambia a la felicidad o a la desgracia; y desenlace, la parte desde el comienzo del cambio hasta el final.
Antes, en el epígrafe VIII (30), afirmaba:” Es preciso, entonces, que así como en las demás artes imitativas la imitación única lo es de una sola cosa, también la trama como imitación de una acción, lo sea de una sola y de toda ella y también es preciso componer las partes de los hechos de tal manera que, cambiada o anulada alguna parte, se transforme o modifique el todo. Pues aquello que, estando o no estando no hace nada notable, no es ninguna parte del todo”.

Y antes de irme a almorzar, releo:
“ Bertold Brecht, en sus críticas a la ortodoxia estética estalinista la había calificado indirectamente de aristotélica, porque, en efecto, los principios que exigía Luckács al realismo socialista, el de la unidad formal en la que deberían realizarse las contradicciones de la historia en la obra de arte; el de la unidad orgánica (concebida como trama de sucesos casualmente interrelacionados) así como su concepción del personaje como “ carácter típico”, es decir como héroe positivo “que expresara” el movimiento de las fuerzas sociales combinando la concepción arquetípica del personaje de Aristóteles con el carácter individualizado como tipo del realismo decimonónico para promover, así, la identificación con el héroe, por parte del lector…”.
“Brecht calificó su propia teoría del realismo de anti-aristotélica, lo cual era un modo de atacar a sus adversarios. BB ya no hace de la mimesis sino de la ruptura con este principio su alternativa estética desautomatizadora, experimental pero a la vez comprometidamente social: repudio de la trama interconectada, de la unidad y universalidad de la acción…”.

Adios, que se me enfría el pollo.

13 noviembre 2006

De novelas...

Arranque.
22. El martes me desperté a esa hora inanimada y nula en que la noche ya está por terminar y sin embargo todavía no ha nacido el alba. Descansaba en una luz turbia y mi cuerpo sentía un temor mortal que me oprimía el alma, y el alma a su vez oprimía el cuerpo..., y hasta la menor de mis partículas se contorsionaba en el presentimiento atroz de que no ocurriría nada, nada cambiaría, nunca pasaría nada, y aun cualquier cosa que se emprendiese no sucedería nada y nada. Los sue?os, que me habían despertado luego de molestarme durante la noche, explicaban las razones de ese espanto.

08 noviembre 2006

Pobres padres

No sé qué ocurrió en la tertulia del otro día, pero Cosmos termina a tiempo porque no tiene trama, lo que la vincula al Nouveau Roman. De hecho, creo que es un diario “novelizado”, donde solo importan el lenguaje- el uso constante de la homeología nos lleva a una cosmovisión repetitiva, enojosa, tediosa e inútil- y la Weltanschuung ( psicoanalista, surrealista, existencialista, mágica) de un Witold escritor, narrador y protagonista (ruptura del pacto ficción). Cosmos, con una estructura de monólogo helicoidal nos sumerge en las obsesiones de un héroe post-moderno, que un día salió de su casa para intentar aprobar un examen, al menos, y pasado el verano regresa, sin haber estudiado nada, de nuevo a su hogar: hoy en el almuerzo comimos pollo relleno.

Caos o Cosmos

Por mi parte, encantada de continuar con Gombrowicz pues el libro me pareció apasionante, pero tiene tantos simbolismos que va a ser muy apropiada una segunda apuesta por este autor para despejar dudas.
Cosmos: vocablo que viene del griego y significa, en general, sistema ordenado o armonioso.
Había hecho un resumen de lo que conté el martes y espero no ser demasiado caótica.
Los personajes del libro están inmersos en una lucha entre el caos y el orden. Cuando uno es ni?o o joven vive en el caos, es atrevido, gusta del riesgo. Al ir madurando, se reprimen los deseos, existe más inseguridad, más temores.
A través de los diferentes personajes, el autor describe la influencia de la familia, la religión, la escuela, el trabajo, el matrimonio, instituciones que van sometiendo al hombre a ese orden, a la forma. En definitiva, es la falta de libertad lo que posibilita un orden dentro del caos.
En la novela se pone en cuestión el intento de encontrar un sentido a la vida, de comprender la realidad, de llegar a conocernos y conocer a los demás, etc.
La realidad es construida a partir de la propia percepción y obsesiones. “El secreto de la relación entre las bocas era yo mismo, esa relación se realizaba en mi solo yo”, dice Witold, el narrador.
La comunicación con los demás es difícil, casi imposible. El lenguaje la entorpece, pues no sabemos realmente el significado de las palabras. ?Se puede llegar a saber lo que es la belleza, el amor? Gombrowicz emplea palabras inventadas, frases absurdas, incoherencias. Pienso que en eso enlaza con Ionesco.
Es obsesivo en la utilización del microcosmos y su contrapunto, el macrocosmos. Continuamente pasa de elementos insignificantes al cielo y a las nubes, en una búsqueda del orden. “?Cuántos significados podrían extraerse de esos cientos de hierbajos... y peque?os detalles? ... miré la casa y el jardín y esas grandes formas sintéticas me devolvieron el orden”.
El ambiente es opresivo: calor, objetos punzantes, cortantes, metálicos, oscuridad, suciedad.
Gran fuerza del paisaje y de los objetos. Recurre a la personalización. Se refuerza con ellos la sensación de soledad. “Uno está ausente... debido a las relaciones fragmentarias, caóticas, huidizas... con lo que nos rodea”.
Creo que, aunque los objetos nos ayudan a vivir, como dice Pepe, también nos someten a su tiranía y nos volvemos consumidores en lugar de seres humanos.
Es importante la presencia de la pulsión sexual. La represión sexual lleva a la violencia. Las relaciones se vuelven sadomasoquistas: “si deseaba matarla es porque ella me amaba”, dice Witold.
Fuks dise?a un juego de ruleta, aunque sabe que no servirá para nada: inutilidad de los actos, el azar, la arbitrariedad de los procesos para llegar a la forma.
Ludwik muere porque representa el orden, la forma: es meticuloso, educado, habla de la organización racional del mundo. Su suicidio me conecta con un artículo que leí hace unos días sobre la vida en Noruega, donde la vida es fácil, con una red de servicios sociales excelente, pero un índice de suicidios altísimo. Me imagino que ese mundo tan ordenado hace que se carezca de deseos y conduce a la muerte.
El libro comienza con sol pero todo está negro y termina con una noche luminosa, justo lo contrario. El diluvio arrastra y lava todo. Se acaban las fantásticas conjeturas, vuelven al mundo que los condiciona: “todo caía, se derrumbaba”.

07 noviembre 2006

Por alusiones


En Cosmos, el sol actúa como correlato objetivo. Parece que a Witold – protagonista, narrador y escritor-, el sol le afecta como a Meursault, el protagonista de El Extranjero, de Camus. Acaso la textura narrativa, al describir el calor, es menos expresiva que en El Extranjero. Witold asesina a un gato y Meursault a un árabe. Witold también se parece al protagonista de La Nausea, de Sartre. Como nos relata Sábato en el prólogo de Ferdydurke, Gombrowicz juega con las ideas del existencialismo: la nada, la libertad, la autenticidad y la angustia, pero en el caso de Cosmos la que le entra al lector con la inmadurez del protagonista.
Cosmos nos lleva al psicoanálisis, no hay que olvidar que Witold es un fetichista: la boca deformada de Katasia, la boca de Lena. Y las manos, manos, manos (por cierto, Homeología: figura del lenguaje, repetición enojosa, tediosa, o inutil). Pulsión sexual reprimida. La violación de un dormitorio. Eros y Tanatos. Y de la obra de Freud al surrealismo.Recuerdo a Max Ernst, quien podría haber dibujado el hilo – como en A la primera palabra pura, 1923- atado al pájaro y a la boca de Lena.

En fin, ahora llueve mucho.

?Donde están las e?es?

Convertidas en signos de interrogación, las e?es parecen haber sido metamorfoseadas por un aciago demiurgo. ?Se podrán algún día recuperar para la causa? Mientras tanto me alucino con la lectura de Ferdydurke cuya filosofía sobre la inmadurez me está llegando de un modo inesperado. Me gusta todavía más que Cosmos y entiendo que es muy congruente la lectura "seguida" de ambos libros para que los ánimos no se enfríen. El final, un tanto abrupto, de nuestra anterior tertulia dejó muchas puertas y ventanas abiertas que no hacen sino ventilar nuestras mentes y espíritus.
Nos faltó mucho por escuchar de Adla y todo de Ana que a estas alturas imagino ya formando parte del Caos. Nos faltó sobre todo la palabra de Pura, de Carmen y de Sara. La tertulia sobre Gombrowicz quedó abierta, y no queda más que retomarla. Y que Sara nos cuente lo de los correlatos, que yo tan malamente supe explicar. (Y, por cierto, algo que quería contar. El otro grupo convocó una proxima tertulia para fin de més, en cualquier fecha que no sea martes, por ser nuestro día. Hemos ganado la batalla.) Ahora tengo un poco de faringitis pero pronto se me va a pasar, lástima que no esté por aquí Lena para cuidarme.

05 noviembre 2006

Ejem...

... creo que me he cargado el blog.

Estaba intentando copiarlo al disco duro, para hacer copias digitales para todos, y me he cargado el formato. He estado intentando recuperarlo y creo que casi lo he conseguido. He recuperado casi todos los acentos, pero no consigo recuperar las "?".

Aunque sea muy tedioso, os pido si podéis repasar vuestras entradas para corregir las erratas que se hayan colado. Por ejemplo, todavía no he corregido los comentarios. (No tengo ADSL y mi línea va muy lenta).

?Lo siento!

01 noviembre 2006

Lena

Tal vez no fuera tan casquivana, pero estoy casi seguro de que se la pegaba a Ludwik, su marido, que era un soso.

30 octubre 2006

Witold Gombrowicz

Notas para la Tertulia de ma?ana. (No copio todo el texto para no aburrir a quienes no quieran leer los artí­culos enteros, pero están interesantes. Uno de anécdotas, otro de filosofí­a y otro de biografí­a):

1) Biografí­a: www.elortiba.org/gombr.html

2) Prólogos de Ferdydurke (de Ernesto Sábato y del propio Witold Gombrowicz): http://elbroli.free.fr/escritores/gombrowicz/gombrowicz.html

3) El Polaco corrosivo: www.clarin.com/suplementos/cultura/2006/02/11/u-01139745.htm

24 octubre 2006

Cumplimos un a?o

El próximo dos de noviembre, hace un a?o que Norma comenzaba a mandarnos mensajes para que escribiéramos en el blog. Poco a poco nos animamos uno a otras y otras a uno - ahora dos -, para, con cierta timidez, ir estructurando el diario de nuestra tertulia literaria. Como Gato es el último que se ha incorporado- y de forma sigilosa -, le toca llevar la tarta a la proxima cita. Efervescente, llevará la vela. Aunque como gato me salvó de una pulmoní­a, a lo mejor llevo yo una de calabaza, por eso de Halloween. En fin, felicidades. Se me olvidaba: gato con guantes no caza ratones. Antes de irme: me han recomendado Dientes blancos, de Zadie Smith.
Ah!, la estructura redonda, volvemos al origen, ?os acordái­s de la gata de Norma? De gata a gato. seguro que no es casualidad. Hoy, al cruzar la calle vi un gato de angora, y al paso que voy termino como Witold.

23 octubre 2006

Idea, de Guillermo Pérez Villalta


El pasado jueves, Gemma Sá?er y Eugenia Ni?o - editoras de Vuela Pluma- organizaron en la librerí­a Panta Rei, la presentación del libro Idea, donde se recogen los bocetos romanos del pintor Guillermo Pérez Villalta. Los relatos bien estructurados y amenos de Jesús Marchamalo dibujaron en nuestras caras melancólicas y húmedas sonrisas de ni?os, que se convirtieron en carcajadas cuando al final las las propietarias y libreras nos regalaron eso que mis sobrinos llaman chuches. La lluvia y los atascos impidieron que llegaran mís amigos, pero se pasearon entre los anaqueles: Miguel Doce, Mariana Laí­n, Guillermo Salafranca, Sean MacKaoui, alumnas de El Mono Rojo, y el mono también. Faltaron los barandales ( shandys castizos).
Espero que ya sepáis a quién pertenece el palito y el hilo que adorna el salón de vuestra casa. Hasta pronto.

18 octubre 2006

14 octubre 2006

De novelas... ?Cómo empiezan?

22. Hoy, mamá ha muerto. O tal vez ayer, no sé. He recibido un telegrama del asilo: "Madre fallecida. Entierro ma?ana. Sentido pésame". Nada quiere decir. Tal vez fue ayer.
El asilo de ancianos está en Marengo, a ochenta kilómetros de Argel. Tomaré el autobús de las dos y llegaré por la tarde, así­ podré velarla y regresaré ma?ana por la noche. He pedido a mi patrón dos días de permiso que no me podía negar con una excusa semejante. Pero no parecí­a satisfecho. Llegué incluso a decirle: "No es culpa mí­a". No respondió. Pensé entonces que no debí­a habérselo dicho. Por supuesto, no tenía por qué disculparme. Era a él, más bien, a quien correspondía darme el pésame. Pero lo hará sin duda pasado ma?ana, cuando me vea de luto. Por el momento, es un poco como si mamá no hubiese muerto. Después del entierro, por el contrario, será un asunto resuelto y todo habrá revestido un aire más oficial.

Prisionera de la red

?Ah...! Tolero la impaciencia de esperar que baje la información por Internet haciendo solitarios: 10-9-8-7-6, alterno rojas y negras. Hace a?os leí en un libro, cuyo nombre no recuerdo, el monólogo de una enferma de cáncer terminal, que mientras hací­a solitarios so?aba "si gano esta partida será que he vencido a la muerte". Jugarse la vida a cara o cruz, cuando la suerte ya está echada...

Ha nacido Martí­n y mi amigo Sergio (el padre) dice que es puro ojos. Nos lo ha contado en un mensaje, pero el móvil no es suficiente para tanta emoción y nos lo escribe con todas las letras: "tiene los ojos enormes. La madre bien. Muchas felicidades para todos".

Por fin se nos ha ido el verano. Lo se porque mi gata se ha esponjado. Le ha crecido una nueva capa de pelo suave y corto y se ovilla gorda en un cojí­n, escondiendo la cabeza entre las patas.

Cuando me demoro ante el ordenador, mi gata pizpireta vuelve a la ventana. Han acabado las obras ahí­ abajo y la terraza del bar todaví­a se llena por las tardes. Casi no pasan coches --no les han dejado espacio-- y desde mi ventana, tan cerca del suelo, me siento planear sobre cabezas de ni?os.

Ha pasado casi un a?o desde que lancé aquellas botellas al mar desde la isla. Me alegro de que os hayáis subido al bote para alcanzar la choza. No se está tan mal en este lugar en el que siempre hay sitio para uno más, sobre todo si le da a la pluma y es buen tertuliano.

13 octubre 2006

21 Brooklyn Follies. Paul Auster.

11 octubre 2006

Kanashibari, de Paola Kaufman


"Kanashibari": Un cuento inédito de la escritora Paola Kaufmann, recientemente fallecida.
La noticia de la muerte de la escritora Paola Kaufmann (1969-2006), aquejada de una enfermedad terminal, produjo un fuerte impacto en el mundo de las letras argentinas, ya que se veía encarnada en su figura una posible renovación generacional, un posible camino de innovación temática y estilí­stica. Sus novelas "El lago" y "La hermana" calaron sin resistencias entre la crí­tica y los lectores, que recibieron con entusiasmo esta nueva narrativa propuesta por Kaufmann, doctora en neurociencias e investigadora. Reproducimos el cuento Kanashibari, que forma parte de un libro inédito de relatos.
Kanashibari
"I have been sleeping, and now, now I am dead!"E. A. Poe, The facts in the case of M. Valdemar.
Desde el instante mismo en que leí­ "Los hechos en el caso M. Valdemar" supe que yo ya conocí­a el final de ese cuento. Varias veces hice en vano el esfuerzo de recordar, tantas como retomé Historias Extraordinarias para detenerme con minuciosidad en los detalles de Valdemar, y así­ tratar de reconstruir la identidad de aquella historia, tan evasiva para mí­. De que se trataba exactamente, cuándo la habí­a leí­do y en dónde, eran precisiones que se escurrí­an de mi memoria como anguilas entre la oscuridad de las rocas. Sin embargo tení­a la impresión muy clara de que la lectura, o lo que fuera que me habí­a acercado esa anécdota, habí­a ocurrido hací­a mucho tiempo, lo cual no me dejaba más espacio que aquel más bien improbable de la infancia. Y un dí­a fortuito, recorriendo los estantes de una librería de usados, encontré la respuesta en un libro de mitos japoneses para ni?os. Ese libro habí­a llegado a nuestra casa del Valle gracias a mi abuelo, un hombre que solía viajar mucho y casi siempre por paí­ses extra?os. El que encontré aquel dí­a era el mismo libro, la misma edición de tapas doradas, hojas espesas y algunos dibujos color escarlata y negro. Contenía tres historias solamente; una de ellas resultó ser la que no conseguí­a recordar, Kanashibari, y tení­a que ver con el sue?o, aunque no con el hecho de so?ar como proceso fisiológico, ni siquiera fantástico, sino como un proceso aberrante. Al igual que buena parte de los mitos en Japón, este pertenece a la Isla de Kyushu, al sur del paí­s, una versión más vasta, geográficamente al menos, del Olimpo. Allí­ viví­a un trabajador humilde llamado Yakumo, hijo a su vez de trabajadores humildes que nunca habí­an pretendido nada mas allá de procurarse la comida de cada día, y un techo simple para cobijarse. No sabí­an leer ni escribir, creí­an en los dioses, y en la bondad infinita del emperador. Yakumo, por el contrario, había nacido rebelde. Trabajaba junto a sus progenitores, pero no por placer, no porque considerara el trabajo una suerte de obligación moral, sino apenas un medio de subsistencia. Tuvo una educación elemental, al igual que sus dos hermanos, y una adolescencia insensata, al igual que todo el mundo, solo que a Yakumo le duró más. No habí­a cumplido diecisiete a?os cuando se enamoro de la hija de un poderoso del lugar, llamada Aya, y quiso contraer matrimonio de inmediato. No hubo castigo ni súplica que lo hiciese desistir de su elección, y como resultado de su obstinación Aya fue descastada por su familia, que la dejó librada al cuidado de su esposo rústico y pobre. Cuando se casaron, Aya era poco más que una ni?a. La juventud de los dos, la fuerza de carácter y la complexión sana de sus cuerpos los salvaron de la miseria los primeros a?os. De a poco empezaron a construir un hogar más o menos sólido, rodearon la casa de caminos ramificados para confundir a la mala suerte, y plantaron mimbres y jacintos cerca de la puerta de entrada. A su modo inexperto y laborioso eran felices. Entonces, cuando ya estaba todo preparado para pensar en un hijo, Yakumo se fue. Una noche dijo a Aya que sentí­a necesidad de conocer el mundo, y a la ma?ana siguiente ya no estaba. Aya era muy joven cuando pasó esto. Los padres de Yakumo intentaron consolarla. Sus propios padres, sin embargo, nunca dieron marcha atrás en su decisión de no volver a verla. Yakumo anduvo por las regiones contiguas, y después mas lejos, liviano y necio como un farolito de papel flotando sobre la corriente dócil y que a la larga se despedazara contra las piedras. Cuando se canso de vagabundear encontró a otra mujer, Maki, y se casó con ella. Fue después del matrimonio que Yakumo empezó a sufrir los embates de un sue?o espantoso. El sue?o lo embargaba cuando aún no se habí­a dormido, en cualquier lado, incluso en los brazos de Maki: so?aba que el fantasma de una mujer se sentaba en su pecho y no lo dejaba respirar. La mujer se sentaba de espaldas de modo que no podí­a verle la cara, pero las guedejas negras de sus cabellos le metí­an por los ojos, por la nariz y por la boca, impidiéndole respirar o gritar. La mujer no se moví­a de su pecho hasta que le daba la gana moverse, no importaba lo que hiciera, pensara o se obligara a dejar de pensar. Nunca aparecí­a cuando ya se habí­a dormido, sino cuando estaba a punto de hacerlo. Era el kanashibari, la pesadilla de la duermevela, que perseguí­a a los criminales, a los indiferentes, a los traidores. El kanashibari era un castigo secreto que no podí­a compartirse con nadie, y duraba tanto como tardara al culpable en pedir perdón, o reparar el error. Durante diez a?os Yakumo sufrió las visitas, al principio esporádicas, mas tarde regulares y hasta cotidianas, del fantasma de la mujer desconocida. Diez a?os aplastándole el corazón casi todas las noches. Yakumo envejeció prematuramente. Aún así­ tardo en darse cuenta de su significado, porque Yakumo no era hombre de reparar en el dolor ajeno, aunque el mismo lo hubiese provocado. Yakumo era naturalmente ingrato, por eso no supo enseguida quién era el fantasma del kanashibari. Y cuando lo supo su arrepentimiento fue como una marea de tristeza, algo que llegaba y se retiraba, pero que no cesarí­a más. A pesar de eso, el fantasma seguí­a llegando noche a noche, seguí­a sentándose sobre su pecho y quitándole un a?o de aliento cada vez. Diez a?os mas tarde de su partida súbita y caprichosa, Yakumo era un hombre viejo. Maki no comprendía que pasaba con su marido, hasta que al final se hartó y le preguntó directamente si en su vida pasada habí­a algo que tení­a que esconder de ella. Yakumo, agobiado, le contó de Aya, de la región donde viví­a, de sus padres, todo abandonado por un antojo imprudente de su juventud. Maki era una buena mujer. Pocos dí­as después, Yakumo partió de regreso a buscar a Aya. En el otro extremo de la isla las cosas no parecí­an haber cambiado, al menos no sustancialmente. Pero sus padres no lo reconocieron, ni sus hermanos. Todos ellos viví­an y seguían trabajando, inmutables, comiendo las mismas cosas, durmiendo bajo el mismo techo. Yakumo, al ver todo eso, sintió deseos de huir otra vez, pero aquella noche, en la posada anónima donde se alojaba, el kanashibari reapareció con una malevolencia inusitada, el fantasma de la mujer abarcaba ya todo el cuarto, como una monta?a, y de su cabello salí­an insectos que hincaban sus aguijones en los globos de sus ojos, taladraban las membranas de sus oí­dos y mordían su lengua esta vez no solo impidiéndole moverse o gritar sino también infligiéndole un dolor atroz que lo atenazaba más que el miedo. Esa noche la mujer se dio la vuelta y lo miro de frente, y en aquella solidez horripilante Yakumo vio en plenitud a su verdugo. Al dí­a siguiente, sin haber dormido, fue a su antigua casa rodeada de mimbres y de jacintos y de senderos interminables. Las varillas cubrí­an todo el sitio, y los jacintos se habí­an transformado en flores macilentas, ganados por una gramilla áspera y por macizos de ortigas. Yakumo se abrió paso entre ellas, lastimándose las manos y los brazos, hasta encontrar la puerta, sepultada por el resto, como toda su vida, bajo la espesura del olvido. Para su sorpresa, Aya estaba ahí­, sentada en el piso en posición de loto frente a un mantel de seda, donde habí­a además dos platos de comida y una jarra de té. Estaba esperándolo, del mismo modo en que solí­a esperarlo cuando Yakumo era joven y volví­a de trabajar, con el cabello negro y limpio exactamente igual que la última vez que la habí­a visto. Yakumo pensó que ella no lo reconocería, o que lo echarí­a, pero se equivocóo. Aya le hizo un gesto para que se sentara, y después lavó sus manos y sus pies con pa?os calientes y limpió sus raspaduras con aguas de jazmí­n. Él le pidió clemencia, le suplicó perdón; ella no contestaba, se limitaba a mirarlo con una mirada amorosa, de a ratos extraviada, de a ratos nostálgica. Yakumo trató de contarle lo que habí­a pasado pero fue inútil: Aya era una especie de grabado salido de su memoria, mudo, repitiendo un ritual de hacia diez a?os como si nada hubiese pasado entre ellos, ni siquiera el tiempo. Yakumo se abandonó a ella implorando su perdón, llorando sobre su regazo y rogándole que no lo atormentara más, que se habí­a arrepentido, que no volverí­a a irse. Ella, sonriendo, le acariciaba la cabeza y secaba sus lágrimas. Pasó la noche junto a su primera esposa. No habí­a en ella un solo rasgo diferente de lo que él recordaba, ni la piel fatigada, ni un cambio de estilo de su ropa, ni una mancha en su cuerpo o un signo de cansancio. Nada. Aya se habí­a conservado perfecta e indemne al paso de los a?os, como embutida en ámbar o en hielo. Yakumo, por el contrario, desde el momento de su traición, habí­a empezado a pagar con su propia vida. Esa noche en su antigua casa Yakumo durmió por primera vez sin el kanashibari sobre su pecho, creyendo que a la ma?ana siguiente Aya estarí­a a su lado, tersa como un durazno a punto de caer del árbol, y que él, rejuvenecido por el descanso, empezarí­a a vivir otra vez. Yakumo se durmió abrazado a la cintura de su antigua mujer creyendo que la Naturaleza estaba en orden nuevamente. Pero la Naturaleza no estaba en orden. Raramente lo está, y aquella no era una de esas excepciones. Porque Aya, la primer mujer de Yakumo, la casi adolescente esposa de Yakumo, habí­a muerto, o algo cercano a eso, pocos dí­as después de la partida de su marido. Encerrada en la casa como en una crisálida, mientras afuera crecí­an los mimbres y se marchitaban los jacintos, ella permanecí­a muerta, sin que un solo centímetro de su piel se alterara con el paso de las horas, ni un solo gramo de su carne, ni las delicadas hebras de cabello negro, con el paso de los meses, y los a?os. Durante las noches Aya resucitaba a una especie de sue?o agitado, y a la ma?ana reposaba en la paz de su muerte detenida, como si ese sue?o la hubiese tranquilizado de modo misterioso. Los padres de Yakumo sabí­an de esta muerte en vida, pero para el resto, Aya habí­a muerto definitivamente después de la partida de su esposo. Hasta que Yakumo volvió, arrepentido, avejentado por el sufrimiento que le oprimí­a el cuerpo. Nadie supo, salvo Yakumo, que Aya habí­a vuelto a la vida por completo, antes de que la muerte le arrebatara todo. Como el cuerpo de Valdemar, sujeto a la realidad por el delgadí­simo hilo de la hipnosis, el cuerpo de Aya fue retenido por el amor, o por el rencor, o tal vez fueron los dos sentimientos los que sustrajeron su cuerpo a la muerte absoluta durante mas de diez a?os. Por eso Yakumo no despertó abrazado a la cintura de su mujer, sino a una masa podrida de huesos y carne escarbada infinitamente por los gusanos, de la que apenas quedaban, reconocibles, unos manojos de cabello negro despegados del cráneo. Hasta acá el mito japonés. Ignoro si Poe lo conocí­a, si lo utilizo o lo recreo para su propio relato Francamente poco importa. Como asíl mismo dijera un dí­a, cuando le preguntaron acerca de la influencia que tení­an sobre su obra los maestros alemanes del terror: "el verdadero horror no proviene de Alemania, ni de ninguna parte, sino del alma".


09 octubre 2006

La casa encendida

Hace poco comenté a Joaquí­n y a Norma que no recordaba de qué poeta se habí­a tomado el nombre de "La casa encencida" para el gran edificio cultural de La Caixa.
Pues da tí­tulo a un libro de poesí­as de Luis Rosales, publicado en 1949 y también a una de esas poesías. Es bellí­sima.

La casa encendida (Luis Rosales)
PORQUE TODO ES IGUAL Y TÚ LO SABES, has llegado a tu casa y has cerrado la puerta
con aquel mismo gesto con que se tira un dí­a,
con que se quita la hoja atrasada al calendario
cuando todo es igual y tú lo sabes.
Has llegado a tu casa,
y, al entrar,
has sentido la extra?eza de tus pasos
que estaban ya sonando en el pasillo antes de que llegaras, y encendiste la luz, para volver a comprobar
que todas las cosas están exactamente colocadas, como estarán dentro de un a?o,
y después,
te has ba?ado, respetuosa y tristemente, lo mismo que un suicida,
y has mirado tus libros como miran los árboles sus hojas, y te has sentido solo,
humanamente solo, definitivamente solo
porque todo es igual y tú lo sabes.

05 octubre 2006

Desde Chipre

Leo Cosmos. Hasta pronto.

02 octubre 2006

Jorge Edwards. Nuevo libro

La Embajada de Chile, a través de su agregadurí­a cultural, informa que el escritor Jorge Edwards --Premio Nacional y Premio Cervantes de Literatura-- presentará la nueva y definitiva edición de su libro de memorias cubanas "PERSONA NON GRATA" en una terturlia con Santiago Roncagliolo y Juan Cruz.

CÍRCULO DE BELLAS ARTES
martes 3 de octubre, 19:30 hrs.
c/Marqués de Casariera, 4.
Madrid

01 octubre 2006

La novela número 20 es : "El filo de la navaja". Somerset Maugham.

28 septiembre 2006

De novelas...?Cómo empiezan?

Estaba buscando un sitio tranquilo para morir. Alguien me recomendó Brooklyn, de manera que al dí­a siguiente salí­ de Westchester y fui para allá a reconocer el terreno. No habí­a vuelto en cincuenta y seis a?os, y no me acordaba de nada. Mis padres se habí­an ido de la ciudad cuando yo tení­a tres a?os, pero el instinto me llevó al barrio donde habí­amos vivido, arrastrándome como un perro herido al lugar donde nací­.
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27 septiembre 2006

Hola chicos. Después de leer las estupendas crónicas de Sara y Joaquí­n, me di cuenta de que quizás repito alguna de las cosas que ya decí­an ellos porque he tardado algo en transcribir lo que tení­a. Besos.

EN BUSCA DE PERICLES

EN BUSCA DE PERICLES
Sábado 23 de septiembre. Fuimos a Segovia con grandes expectativas, pero al llegar comprobamos poco a poco que el Festival Hay era imperceptible. Quizás nos imaginábamos unas calles pobladas de casetas de libros. O escritores a los que reconocer y observar de reojo, comprobando que son realmente de carne y hueso. ?Qué menos que juglares subidos a tarimas regalándonos sus versos entre el gótico y el románico! Ni siquiera carteles anunciando el evento fantasma.
Mary Cruz, Carmen, Joaquí­n, Norma y yo dirigimos nuestros pasos hacia la Plaza Mayor. Era allí­ donde probablemente se concentrarí­an todas las casetas. Para nuestra gran frustración, sólo habí­a una ridí­cula caseta. Parecí­a como si se hubiera perdido y estuviera allí­ por pura casualidad, esperando que la vinieran a rescatar.
Pero la frustración se vio compensada por la magia de vagar en esa ciudad de trazado imprevisible.
Nos encontramos con Mariajo y asistimos a la conferencia de Vila Matas, Lago y Monmany en San Juan de los Caballeros. El marco, impresionante, pero el sonido defectuoso. La hora de charla resultó escasa.
También fue inesperada la elección del restaurante. ?A quién se le ocurre ir a un búlgaro estando en Segovia y no comer cochinillo? A nosotros. La comida fue estupenda y la compa?í­a muy grata.
Luego visitamos la iglesia de San Justo, que tiene un maravilloso fresco en el techo. Norma y yo subimos al campanario por una escalera de caracol, estrechí­sima y empinadí­sima. Desde luego, se notaba que los seres que con mayor asiduidad pasaban por allí­, o volaban, eran las palomas, a juzgar por la espesa alfombra de cacas bajo nuestros pies. Me sentí­ como James Stewart en "Vértigo". Pero las vistas bien valieron la pena. ?Increí­ble, pero todaví­a tengo agujetas!
Finalmente coincidimos con la heroica Sara que, a pesar del gran trancazo y de la lluvia, es la que acudió al mayor número de conferencias.
Ya en Madrid y olvidándonos pronto del cansancio, fuimos a por nuestra Noche Blanca. Quedamos con Pura y en el Conde Duque nos hizo fotos el hermano de Joaquí­n, que expone allí­ sus fotos de la movida.
A diferencia de Segovia, la fiesta en Madrid era indudable. Las calles tomadas, filas de gente para entrar en los museos y auditorios, y buen rollo.
Por muchas horas, Madrid sí­ existió.

25 septiembre 2006

Mojados como hojas de libros en oto?o.

Las librerí­as de Segovia se habí­an escondido por detrás de la plaza del Azoguejo, bajo unas piedras más antiguas que las del Acueducto. Amenazaba lluvia pero, puestos a no haber, solo habí­a frí­o. Norma le hizo frente con un nuevo sweter (?se escribe así­?) rojo. Entonces acudió Mariajo que nos llevó a la iglesia donde hablaba Vila Matas junto a otros dos acólitos. Uno de ellos mujer, pero que también platicaba debido a que se trataba de un ceremonial laico. Breve, pero, a mi, Enrique (es mi amigo) me pareció que sonaba como llegado del más allá. Tal vez lo tenga sacralizado, pero así­ lo perciben mis oí­dos. Luego, aprovechando el lugar en donde estábamos, comimos en un Restaurante Búlgaro. Las musakas y las verduras no estaban mal, pero (yo guardé el secreto) las carnes, - o lo que fueran,- olí­an fatal. La lluvia nos esperaba fuera, y la Iglesia de San Justo (la más antigua de la ciudad), con sus frescos románicos y sus cagadas de paloma. Entonces llamó Sara que, contra viento y marea, se estaba adentrando en las murallas. La lluvia menguaba a intervalos pero no acababa de cesar. Y vuelta a la plaza a buscar libros. Segovia es una ciudad sin libros, pero con juderí­a y estatuas mojadas por los parques. Pronto habrí­amos de regresar. Pero entonces Sara. Y vuelta a lo clásico: el mesón de Cándido. Tal vez Sara nos pudiera mostrar algún libro: pero tampoco. Al menos certificamos que todos estábamos allí, secándonos como hojas de oto?o, en aquel momento.

Crónica de Hay-on-Way

Subíamos Gemma y yo por Juan Bravo con los ojos todaví­a brillantes de la emoción por haber cogido por primera vez La Sepulvedana. Planeábamos antes del primer encuentro con Rosa Montero y Juan Villoro en la Caja de Segovia, visitar los puestos de libreros que, con ocasión del Festival, creí­amos iban a invadir la Plaza Mayor. El viernes era soleado y el silencio de la provincia nos descansaba del bullicio chirriante de Madrid. A un lado y otro de las calles nos reencontrábamos con iglesias, alcázares, y casas del siglo XV, que nos parecí­an novedosas al mirarlas con la inocencia de las turistas accidentales. Al llegar a la plaza no vimos puesto alguno y pensamos que a lo mejor era demasiado temprano. Sentadas en una terraza al sol tomábamos café con brioche entre extranjeros, mientras esperábamos el montaje de las librerí­as y hací­amos planes. Ta?eron doce veces las campanas de la catedral y por fin nos percatamos de un quiosco de madera verde de cuyo tejado colgaba una sábana con la leyenda: Asociación de Libreros de Segovia. Nos acercamos esperanzadas, pero la dependienta pronto nos regaló la decepción: sólo estaremos nosotros y los de The Guardian, así­ están las cosas, dijo con una sonrisa se?alándonos a unas chicas sentadas en un banco que repartí­an periódicos. Pero podéis ir a nuestra tienda, a?adió después de desplegar un mapa. Escuchamos sus explicaciones y hojeamos libros de Vila-Matas, McEwan y Lesing. La casa verde, bautizamos al quiosco.

Algo desencantadas fuimos a recoger a Freya, una amiga canadiense de Gemma, al Museo Esteban Vicente. Ella nos llevó a un restaurante y tomamos judiones y ponche segoviano para curarnos la depre. Por la tarde, escuchamos a McEwan entrevistado con inteligencia por Juan Villoro en el teatro Juan Bravo. Ian, reconoció no haber leí­do a escritores espa?oles o hispanoamericanos contemporáneos y dijo que sus tres novelas favoritas eran Madame Bovary, Ulyses y Herzog. En fin, que la tarde prometí­a a pesar de que una tos tenaz se apoderaba de mi garganta. Luego, Carmen Posadas abortó con sus coqueteos y tonterí­as lo que pudo haber sido una charla interesante con Martin Amis. Una pena.

Habí­a oscurecido y una brisa helada anunciaba lluvia. Agotadas regresamos a la estación de La Sepulvedana. Al dí­a siguiente yo habí­a quedado con Norma, Silvia y Joaquí­n, pero los escalofrí­os me hicieron cambiar algo los planes.

19 septiembre 2006

De novelas...?Cómo empiezan?

20. "Nunca he dado principio a una novela con tanto recelo. Si la llamo novela es únicamente porque no sé qué otro nombre darle. Su valor anecdótico es escaso, y no acaba ni en muerte ni en boda. La muerte todo lo termina, y es, por lo tanto, adecuado final de cualquier narración; mas también concluye convenientemente lo que en bodas acaba, y yerran quienes, por alardear de avisados, hacen burla de aquellos desenlaces que la costumbre ha dado en llamar felices. Opina sanamente el vulgo que, sobre aquello que en desposorios termina, no es menester a?adir más. Cuando mujer y varón, tras la vicisitudes que se deseen, terminan por unirse, cumplen una función biológica, y el interés que suscitaron es trasladado a la generación venidera. Mas yo dejo al lector en el aire. Este libro está compuesto con mis recuerdos de un hombre a quien traté í­ntimamente con largos intervalos, y poco sé de lo que pudo acontecerle durante ellos. Supongo que ejercitando mi imaginación podré rellenar esos huecos y lograr, de esa manera, mayor coherencia para mi narración; pero no deseo hacerlo. Quiero limitarme a dejar escrito aquello que verdaderamente llegó a mi noticia"

14 septiembre 2006

De Tiresias y Apollinaire

Al hilo de lo aportado por Cangreja a La Cena:
Tiresias es un adivino griego que aparece en todos los episodios mitológicos relacionados con la ciudad deTebas. Fue él quien aconsejó que se entregara el trono de la ciudad al vencedor de la Esfinge; más tarde sus revelaciones conducirán a Edipo a descubrir el misterio que rodeaba su nacimiento y sus crí­menes involuntarios.
Tiresias era ciego desde joven. Según algunas versiones, su ceguera habí­a sido causada por la diosa Atenea, que le castigó así­ por haberla sorprendido mientras se ba?aba, aunque como compensación le concedió el don de ver el futuro. En la Odisea (Canto XI), Ulises irá a consultarle al Hades para averiguar las circunstancias en que se desarrollará su regreso a Itaca. Según otras versiones, Tiresias habrí­a sorprendido a dos serpientes mientras se apareaban y habí­a matado a la hembra, quedando convertido en mujer. Siete a?os más tarde, en circunstancias similares, mató al macho y recobró su sexo primitivo. Esta experiencia única hizo que Zeus y Hera recurrieran a él como árbitro en una discusión sobre quién, el hombre o la mujer, experimentaba más placer en el amor. Cuando Tiresias afirmó que la mujer experimenta nueve veces más placer que el hombre, Hera, indignada le castigó dejándole ciego, pero Zeus le otorgó el don de la profecí­a y una larga vida equivalente a la de siete generaciones humanas. Volveremos a encontrarle, en efecto, en el ciclo tebano, desde la época de Cadmo hasta la expedición de los Epí­gonos.
El significado esencial de la figura de Tiresias reside en su papel de mediador. Es ante todo, por sus dotes proféticas, un intermediario entre los dioses y los hombres, pero lo es también, por su condición andrógina, entre los hombres y las mujeres y, por la duración excepcional de su vida, entre los vivos y los muertos.
El personaje reaparece en la literatura europea en su doble carácter de profeta y de andrógino desde el Edipo rey de Sófocles (425 a.C.). En el drama surrealista de Apollinaire Las tetas de Tiresias (1917), Teresa, una joven feminista casada que se niega a tener hijos, se convierte en un "se?or mujer" después de liberarse de sus pechos y adoptar el nombre de Tiresias; su marido, en cambio, se ocupará de traer miles de hijos al mundo para repoblar la ciudad de Zanzí­bar. Teresa reaparece al final de la obra bajo los rasgos de una cartomántica, paródico vestigio del papel profético de Tiresias. La figura del adivino tebano desempe?a un papel importante en la obra del poeta inglés T.S.Elliot Terreno vago (1944), donde, a través de su función de adivino, puede aparecer como una figura simbólica del creador.

12 septiembre 2006

Las tetas de Tiresias

?Hola! ?Hola! He retomado mi relación con el ordenador, suspendida por el intenso y agradable verano. Espero que el vuestro también haya sido muy bueno.
Joaquí­n, me parece bien la idea de reunirnos el próximo martes. ?Ahora ya entiendo el humo que entraba por mi ventana!
Tení­a un escrito que habí­a hecho después de nuestra última tertulia y que finalmente no colgué por pereza, y auqnue resulte algo desfasado, os lo enví­o.

La hora palpita en los relojes pero nuestras calles no están solas. Llegamos a nuestro término, después de recorrer los mismos sitios que hací­a tres semanas, cumpliendo una vez más con el eterno retorno, cosa que nos remite a ese otro gran escritor mexicano que hemos leí­do no hace mucho, Juan Rulfo. Todo se repite, el tiempo es cĂíclico, como la estructura del relato y como los elementos que refuerzan esa circularidad: glorietas, esferas, rondas.
Para gran regocijo de los gorriones, las ca?as vienen acompa?adas de las deseadas patatas fritas. Estamos en un placentero rincón de Madrid que, afortunadamente, es una negación de esa otra ciudad formada por la voracidad de los políticos, escenario polvoriento de graşas que semejan mástiles de barcos inútiles habitados por marineros de cascos blancos y chalecos reflectantes.
La terracita está muy concurrida y destaca entre los murmullos nuestra caótica pero intensa tertulia. La lucha por la palabra es brutal. La urgencia por explicar y cerrar el relato apremia.
Pero el relato no se deja. Hay un tono oní­rico y surrealista acentuado por figuras retóricas como la personificación, distorsión del tiempo y el espacio, constante presencia de relojes y ojos, juegos de luces y sombras.
Como relato surrealista aquí no intervienen los mecanismos de control de la razón, la concepción de la realidad es diferente. Para Breton "la más fuerte imagen surrealista es aquella que muestre un grado de arbitrariedad más elevado".
Los efluvios de la cena posterior, colorida y exuberante, nos sumergen en ese mundo donde la delgada lí­nea que separa lo real de lo fantástico se quiebra y se vuelve a unir.

Y aquí­ va una reflexión de Baudrillard que me gusta mucho:
"A fuerza de proezas técnicas hemos alcanzado tal grado de realidad y objetividad, que podemos hablar de un exceso de realidad que nos deja mucho más ansiosos y desconcertados que el defecto de realidad que, por lo menos, podemos compensar con la utopía y lo imaginario, mientras que para el exceso de realidad no existe compensación ni alternativa".

Abrazos.

?Programa?

Hoy es martes 12 y, como prometí­, ya estoy de vuelta. Abro el correo y no hay más que "spams", pero en el Blog tengo "cosas" de Efí­mera y de Norma. ?Que bien! Y además con muy buenas ideas y programas. (Hecho en falta cosas de Cangreja y de Adla, no por otra razón sino porque también ellas son asiduas al Blog) y me he puesto a pensar... De tanto pensar, acabo de idear un plan de reencuentro para la temporada que, más que se avecina, ya está aquí.
Podriamos reunirnos el próximo martes 19, donde siempre, a las 7 y media, para contarnos las vacaciones, proponer lecturas, exponer nuevas ideas (yo mismo tengo alguna) y programar lo de Segovia que a mí­ me parece muy interesante. (En principio propondría pasar todos,- los que puedan,- un dí­a entero allí­. Paseando, viendo libros, entrando en alguna conferencia, etc... Para mi el dí­a ideal es el sábado 23. Habla mi "fuhrer" Vila-Matas. Pero será cuestión de tratarlo.) Para el jueves 21, tengo programada una charla sobre "JUAN RULFO.FIGURAS EN EL PÁRAMO" en la Casa de América a las 19,30. Con el escritor Jorge Volpi y Carlos Garcí­a Gual. (Muy apetecible). Luego, el viernes o sábado a Segovia. Serí­a un buen principio de curso.
Necesitarí­a la urgente contestación, por Blog o telefółnica, para poner en marcha la temporada (si es que os parece que sea así­) y para llamar de inmediato a las "Chicas sin blog" (que no se enteran)... Pura, Carmen, etc...
Lo de vernos el martes es porque es nuestro dí­a mágico y porque tengo, el viernes, boda en Sepúlveda que me va a ocupar ese dí­a y el siguiente, pero estoy abierto a cualquier otra posibilidad. Besos y muy hasta pronto.

08 septiembre 2006

Hay Festival

Lo he encontrado. Aquí­ está el programa (con los precios) en espa?ol:

http://www.hayfestival.com/segovia

Por cierto... las entradas son un poco caras. Es una forma de asegurar de que quienes asisten están muy interesados y de que los debates pueden ser interesantes, pero se les ha ido un poco la olla.

Hay-on-Wye.

Lo de Hay-on- Wye, town of books, que comentó en ABC a NF, se celebrará en Segovia entre el 21 y 24 de septiembre, creo que están intentando un fringe (programas de actividades paralelas y festivas), con bandas de jazz, etcétera. Dicen que van a venir Ian McEwan, Martin Amis,Doris Lessing, Juan Villoro, Eric Hobsbawn, Ian Gibson y también escritores espa?oles. Si os parece bien, podí­amos analizar si aprovechando el evento organizamos algo. Creo que la nuit blanche de Madrid es el 23, sólo se solaparí­a un dí­a, bueno, una noche. Hablamos.

07 septiembre 2006

Escritura muy rapida (por el calor)

Llegué el martes a Madrid. Por las noches me ahogaba (acostumbarado como estaba a la buena vida). Hoy acabo de morirme por esta semana y me largo de nuevo a mi campamento de El Escorial. Por eso escribo rapido, con el tiempo justo de leer el correo y los blogs pendientes. Creo que deberí­amos empezar el curso en Segovia, aprovechando la semana mágica de la Literatrura. Efí­mera nos prodrí­a contar en que consiste el evento. Yo como en el juego de la oca (de martes a martes y tiro porque me toca) vuelvo el próximo martes. Espero encontraros a todos bien. Llevo movil, aunque acostumbro a perderlo u olvidarlo. Pero funciona. (Lo que son las prisas)

04 septiembre 2006

Edith Wharton

Ahora el placer de "Los ni?os", una de las novelas menos conocidas de Warthon, es mucho mayor que sólo su vital actualidad. La acción trepida, los personajes son ricos y coherentes, las descripciones tienen precisión, las metáforas derrochan originalidad. Pero eso es algo que uno da por hecho en un nombre como Edith Warthon. Más aún cuando se leen oraciones tan brillantes que parecen sin esfuerzo: "Continuó abrazándola en silencio, escuchando el repiqueteo de la lluvia en la ventana a medio abrir y sintiendo el frí­o olor a cementerio de la tierra en oto?o...".
"La vejez no existe; sólo existe la pena. Con el paso del tiempo he aprendido que esto, aunque cierto, no es toda la verdad. Otro generador de vejez es el hábito: el mortí­fero proceso de hacer lo mismo de la misma manera a la misma hora dĂía tras dí­a, primero por negligencia, luego por inclinación, y al final por inercia o cobardí­a."Una mirada atrás", memorias de Edith Wharton.

30 agosto 2006

Muere Naguib Mahfuz

Naguib Mahfuz, el único escritor en lengua árabe premiado con el Nobel de Literatura, ha fallecido hoy a los 94 a?os de edad en el hospital de la policí­a de El Cairo. El novelista recibió ese galardón en 1988 y está considerado por la crí­tica el mayor cronista del Egipto actual. Ha muerto tras permanecer más de tres semanas en la Unidad de Cuidados Intensivos.
Mahfuz era el primer cultivador de la novela moderna en Egipto, considerado uno de los escritores árabes más innovadores. Su obra orbitaba en torno al hombre y su impotencia para luchar contra el destino y las convenciones sociales.

Más sobre Mahfuz: (he a?adido un espacio para que no se desconfigure el blog, hay que quitarlo y poner la dirección toda seguida).

http://www.elpais.es/articulo/cultura/Fallece/premio/Nobel/Literatura/ egipcio/Naguib/Mahfuz/elpporcul/20060830elpepucul_1/Tes/

De novelas... ?Cómo empiezan?

19. "Crimen y castigo" 1866 F.Dostoyevski.

26 agosto 2006

Promesa

Prometiste algo de El Ocnos, de Luis Cernuda, y Dios ha querido que lo cumplas :

El Tiempo

Llega un momento en la vida cuando el tiempo nos alcanza. (No sé si expreso esto bien.) Quiero decir que a partir de tal edad nos vemos sujetos al tiempo y obligados a contar con él, como si alguna colérica visión con espada centelleante nos arrojara del paraí­so primero, donde todo hombre una vez ha vivido libre del aguijón de la muerte.
?A?os de ni?ez en que el tiempo no existe! Un dí­a, unas horas son entonces cifra de eternidad. ?Cuántos siglos caben en las horas de un ni?o?..

Pronto comenzarán las clases de El Mono Rojo y la tertulia de El Barandal, desde tu balcón ves los árboles titilar con una luz frí­a y las golondrinas ya se han marchado. Antes que el curso comience debes leer El hombre de nieve a unos ni?os, allí, en Los Montes.

Sonata de Verano II

Las paredes se balanceaban como los balandros durante las galernas de Getaría. Te chocabas contra las puertas. Rábano, el neurólogo, te hizo un escáner y te tranquilizó: es normal, la desaceleración produce vértigo. La pastilla que te sacó del país inestable te llevaría a un sopor que invalidaba y los libros esperaron cerrados. Luego, te miraste en el espejo y reconociste los ojos de simio. Por primera vez, lloraste.

Antes, el nueve de agosto, quedaste con Joaco para almorzar con Nacho Fernández, el director de Literaturas.com. Nacho no apareció, pero llamó Norma para invitarte a la comida que había organizado Joaquín Pérez-Minguez en El Escorial. Le pediste el teléfono de Nacho y él te confirmó que la cita era para el día anterior. Se movían las paredes y las fechas. Joaco, te consolaba: el ABC es muy bonito y en Perú el ochenta por ciento de las veces me dejan plantado. Nacho, tampoco le dio importancia a tu equivocación. Te sentías cansada y Jorge dijo que en Biarritz te curarías.

Llegasteis a casa de Carmen y Javier, Las Ondinas. La llave estaba en el lugar de siempre. Deshicisteis las maletas y os sentastéis en el porche. Luego, Carmen vestía de rosa y Javier colocaba los palos de golf. Brindasteis con las historias del año y el recuerdo de los amigos ausentes. El Oporto y los emplastes de algas te curaron el mareo y guardaste las pastillas en la maleta. Carmen y Javier te mimaban. Cenasteis con Eugenia Niño y Gema Súñer. Tú amiga Gema, te hizo notar que el verso no era de Salinas, sino de Neruda. Te tomaste otra copita de Oporto y soñaste con la sesión de algas del día siguiente. Me gustas cuando callas, porque estás como ausente…


El quince de agosto, bajasteis con Carmen y Javier a ver los fuegos artificiales a la playa y llamasteis a los amigos que pasaban el verano en Bremen. En el 2007, estaremos todos juntos, en vuestra casa, como siempre. Una palmera de luces dorada cayó sobre vuestras cabezas y le pediste al hada de las luces efímeras que se cumpliera vuestro deseo. Antes, el cuatro de agosto, a la una de la tarde, le habías pedido a la Virgen: no dejes que nos matemos. Y te lo había concedió. Tu solicitud había sido racional sin un atisbo de histeria, acaso imperativa, como meses antes habías exigido que se respetaran los derechos de tu clienta esquizofrénica. La sensación de muerte inminente, como la bofetada de una ráfaga de viento helado en el rostro, es inexorable. Lucía, tu amiga teóloga, te dijo meses antes que los milagros se debían pedir con una fuerza sobrehumana, por eso había tan pocos.

Sonata de Verano

A finales de julio las chicharras cantaban históricas en Ciempozuelos y los locos amodorrados por la medicación te miraban con ojos de simio. Ya habí­as concluido tu encargo --arrendamiento de servicios- a pesar de las trabas de los cuerdos. De vez en cuando regresas a una profesión, donde lo legal esclaviza a lo justo. Y luego, exhausta, te exilĂ­as entre relatos y novelas hasta que alguna circunstancia romántica te lleva a vestirte la armadura de nuevo.

Los amigos se marchaban haci­a Santander, Bruselas, Bremen y otros destinos y las escritoras de El Mono Rojo os llamabais para ayudaros y a la vez os recomendábais lecturas de estí­o. Los de la tertulia de El Barandal se desvanecí­an miedosos todaví­a de las mujeres de La Cena, de Alfonso Reyes. Todo estaba en calma y de nuevo partiste a Los Montes, donde la mirada y la risa de tus sobrinos cubrí­an de un halo mágico la existencia.

Cuatro de agosto, una de la tarde, entre Jaén y Granada. El volantazo hizo que el coche chocara contra el quitamiedos de la derecha. Luego, dio seis o siete trompos. Entró en la mediana y chocó contra el quitamiedos de la calzada contraria, rebotó y salió lanzado de nuevo hacia la mediana. Las adelfas y los arbustos actuaron de red que paró el vehĂ­culo. Tus padres y tú estabais vivos, rodeados de gente extra?a y misericordiosa que no dejaban de ayudaros y repetir la palabra: milagro.

La Compa?í­a de Seguros decí­a que os iba a llevar a la base y esa palabra hizo que tu madre llorara. Una voz salió de tu entra?a: Se?or - le inquiriste al chofer -, a la Clí­nica Santa Elena, allí­ nos esperan mi hermano y unos amigos médicos. Son cincuenta céntimos por kilómetro, repuso él. De acuerdo, respondiste. Y tus padres amedrentados se curaban poquito a poco de un temor primario y ancestral.

01 agosto 2006

De novelas...

Queridí­simos: he vuelto de Menorca. El mes de agosto estaré en Madrid. Me he alegrado mucho de encontraros en el blog. Envio mi peque?a contribución.

19. "En un atardecer muy caluroso de principios de Julio un joven salió de la peque?a buhardilla que tení­a alquilada en el pasadizo Stoliarny y se encamninó a paso lento y un tanto irresoluto hacia el puente Kamenny.
Habí­a logrado dar esquinazo a su patrona en la escalera. Su cuchitril se hallaba bajo la techumbre misma de un edificio alto de cinco plantas y más parecí­a alacena que habitación. La patrona que se lo alquilaba y le proveí­a de comida y servicio tení­a su propia vivienda en el piso inmediatamente inferior, y cuando el joven salí­a a la calle tení­a que pasar junto a la cocina de ella, cuya puerta, que daba a la escalera, estaba casi siempre abierta de par en par. Y cada vez que pasaba lo hací­a con cierta sensación de malestar y cobardí­a que le obligaba a fruncir el ce?o de pura vergüenza. Debí­a bastante dinero a la patrona y temí­a tropezar con ella."

?Vacaciones en el blog?

Ay, Efervescente. Estás leyendo en diagonal... y se te pierden palabras por el camino. He estado respondiendo tus postales de Santander, mira al final de tu mensaje, en los comentarios.

Además, tenemos un nuevo miembro en nuestro Barandal, ?Salud, Gato! Bienvenido: si has conseguido llegar hasta aquĂí, seguro que conseguirás encontrar la forma de participar e incorporar nuevos temas.

Estoy en Madrid, en una situación un poco precaria. Ayer y hoy me están pintando el piso. Para muestra un botón: ayer bajé a cambiarme y ducharme a los vestuarios de la piscina... hoy tengo hora con el masajista, pero no encuentro mi agenda así­ que tendré que llamar para preguntar la hora de la cita. Al menos, el ordenador y la conexión a Internet han vuelto a funcionar.

A partir de ma?ana -espero- volveré a la normalidad y escribiré "más bonito". Que estéis todos bien y disfrutando del verano, compa?eros de tertulia.

31 julio 2006

Santander sin invierno

Hoy es lunes y al abrir el blog me llevo una gran desilusión: nadie escribiół desde mi última crónica del jueves. ?Será que todo el mundo está de vacaciones?. Bueno, eso no serí­a disculpa; yo también lo estoy y sigo escribiendo. ?Que pasa con Adla? Cangreja y Efí­mera prometieron visitarme en El Escorial y Norma está, si no me equivoco en Bruselas. Pero, ?y el resto de mis "ni?as"?
Dentro de tres dí­as regreso a mi base de operaciones en el Escorial. Aquí­, como ya os conté han pasado tres estaciones, primavera, verano y oto?o pero el invierno no ha llegado. Ahora, un calor humedo en ocasiones azul pero con frecuencia gris se ha apoderado de la ciudad. De vez en cuando llueve desinteresadamente, sin gracia. Santander se acaba a pesar de que ma?ana comienzan los festivales de Verano, con la Traviatta de Verdi. Como las localidades se agotaron hace tiempo, busco entretenimientos más asequibles. Ma?ana a las ocho tengo una tertulia literaria en la Menendez Pelayo con Lucí­a Etxebarrí­a, Lola Beccarí­a, Marta Sanz y Zoe Alameda (o Almeida). Imagino que será una mesa redonda feminista pero puede tener gracia. Ahora leo la autobiografía de Felicidad Blanc, la esposa y madre de los Panero, de la pelicula El Desencanto. Compré el libro en un rastrillo, por un euro. No está muy bien escrito pero describe bien una familia y una época. Lo compré para un amigo pero antes de dárselo aprovecho para leerlo.
Podrí­a contar más cosas pero tengo la sensación de que escribo para el vací­o. ?Hay alguien ahí­, al otro lado de estas palabras?

27 julio 2006

Oto?o en Santander

En Santander las estaciones transcurren a la velocidad de las semanas. Continúa Julio. Al principio fue primavera, luego verano y ahora ya es oto?o. Llueve. Las hojas de los plátanos de la Alameda riegan a cuantos pretenden en ellas encontrar cobijo. Hace dos dí­as que no podemos colgar la ropa en el tendal de mi habitación oscura de nubes grises. La playa se cubrió con un manto pegajoso de sombrillas vací­as. Leo "La mitad del Alma" de Carme Riera. Como ayer fue mi santo MariCruz me regaló unos zapatos para caminar por la lluvia. Unos amigos me regalaron un libro caro que, como resultaba natural, no me interesaba en absoluto. Lo transformé en dos: "Capital de la Gloria" (Visor) una colección de poemas de muchos autores sobre la resistencia de Madrid y "Absalón, Absalón" de Faulkner, (Cátedra) que seguramente tendremos que preparar para Septiembre; para cuando todaví­a sea verano en Madrid.
Propicio para las lecturas y la gastronomí­a, aprovecho el oto?o también para abusar de la comida cántabra. Engordé cinco kilos pero MariCruz se comprometió a rebajármelos en el Escorial a base de gazpachos y pechugas de pollo (sin patatas). Cuando vengan Sara, o Silvia (si es que está por Madrid) o Norma, (?porqué no las tres juntas, si se ponen de acuerdo?) haré una excepción. De Adela no digo nada,-aunque me encantarí­a que viniese,- porque la supongo con más obligaciones y porque apenas colabora en el blog.)
En efecto, la semana pasada hubo "martes literario" con Juan Cruz, por lo que Sara se ganó el aperitivo (aunque no con gambas, sino con croquetas). Esta semana vino Rosa Montero, pero yo tení­a cena y no acudí­ a su charla. Bueno. Espero llegar al Escorial la semana que viene, por lo que no se si esta será mi última crónica desde Santander, donde es oto?o y, por consiguiente, llueve.

20 julio 2006

A la playa

Por fin, me voy a la playa unos dí­as. Intentaré terminar Almas grises y Alondra. Sí­, voy muy retrasada, pero la abogací­a, mi otra actividad, me ha sumergido en un mundo oscuro: el psiquiátrico de Ciempozuelos. Y no es que yo sea una enferma mental - bueno, algo sí­, como todos- sino mi cliente, un esquizofrénico que desea le sean reconocidos sus derechos. Llevo varias semanas negociando con personas que se parecen a la enfermera de aquella pelí­cula deprimente titulada: Alguien voló sobre el nido del cuco ( One flew over the cuckoo´s net), de Milos Forman. Por si acaso huyo antes que me hagan una lobotomí­a.
Luego, a mi regreso, Efervescente me invitará a un aperitivo, con gambas, en El Escorial. Aunque no sé si invitarle yo a él por haber tenido la paciencia de aguantar a nuestro queridísimo Juan Cruz.
Norma, gracias por tu nuevo enlace. Es muy bueno, en El Mono Rojo mantenemos muy buena relación con el equipo de PRISA.
A las muditas les mando un fuerte abrazo.

18 julio 2006

Llegó el Verano

Aquí­, en Santander, hace tres dí­as que llegó el verano. Por fin alcanzamos los 25? y la gente se muere de calor. Esto es como el fin del mundo. Yo mismo, poco amante de las playas me he ba?ado tres dí­as seguidos en el mar. Y todo esto sin parar de comer rebas y chipirones encebollados y sardinas. Acabé de leer Middle Sex de Eugenides. Me encantó. Ahora estoy con Cuentos Cortesanos de Maupassant. Relatos breves para leer, como digo, en la playa. Pero aún falta lo más gordo del verano, las Fiestas de Santander que empiezan el dí­a de Santiago. Hoy dí­a 18 hay un homenaje a Franco (recordad, el caudillo) en la plaza del Ayntamiento, pero yo acudiré a una tertulia literaria de.... ?ay que mal estoy de nombres! Si, el canario este bajito, que dirigí­a la colección Alfaguara y que colabora mucho con el Pais. Bueno, a quien adivine el nombre le invito a una ca?a (con aperitivo) en El Escorial, en Agosto. (Una pista, me parece que se llama Juan). Vale, de más no me acuerdo y no es que no quiera acordarme.

16 julio 2006

Nuevo enlace

He puesto un nuevo blog en la sección enlaces, lleva a El Boomeran(g), un blog de literatura latinoamericana de "la oficina del autor" (PRISA). Es interesante.

También recomiendo visitar esta dirección: http://www.laflecha.net/canales/comunicacion/200602201/

Tiene una reflexión sobre el papel de los blogs en la comunicación actual.

11 julio 2006

Tiempo de ocio...

?Ah! ?Qué ganas tengo de pillar las vacaciones! Disfruta de Santander, amigo. Precisamente hoy envié un mensaje a una persona que está allí­ y le recomendé que aproveche los aires de mar y la buena comida. En Madrid el sopor durante la tarde casi no se aguanta.

?Qué lectura hemos escogido para el encuentro de septiembre? No lo puedo recordar.

Continúo con mis lecturas, siempre inconclusas: "Mujer con perro sobre fondo verde", de Alfonso Fernández Burgos, y "El Mago de Viena", de Pitol. El segundo me inspira más, pero Mujer con perro.. son relatos cortos, más apropiado para leer en el metro, el autobús, de a ratos...

Postal de Verano

?Como es posible que digais que hace calor si aquí­ en Santander no alcanzamos los 25 grados? Además esta noche llovió y el ambiente está más fresco que nunca. En fin no es para daros envidia. Aqui se lee y se come mucho y se va poco a la playa. (Solo dos dí­as de 11). Leo MIDDLE SEX, de Eugenides (Anagrama) que me está encantando. Leí­ LA NIETA DEL SE?OR LIH, de Phillipe Claudel, que encierra un misterio y CUENTOS DE LA MONTA?A del portugués Torga que me gustó mucho. De momneto no he asistido a ningun "martes literario": el martes pasado habló Manuel Vicent pero me quedé en casa viendo las semifinales del futbol. Me parece que Efímera tiene razón al protestar. Yo prometo escribir algo todos los martes, que es cuando acudo al Internet. Besos. Joaquí­n

10 julio 2006

?Hay alguien ahí?

No es el tí­tulo de un cuento de Carver, sino una pregunta dirigida a la tertulianas. Ya sé que hace mucho calor, pero unas palabritas, chicas, tampoco cuestan tanto.

09 julio 2006

La Eternidad

Poseí­a cuando ni?o una ciega fe religiosa. Querí­a obrar bien, más no porque esperase un premio o esperase un castigo, sino por instinto de seguir un orden bello establecido por Dios, en el cual la irrupción del mal era tanto un pecado como una disonancia. Más a su idea infantil de Dios se mezclaba insidiosa la de la eternidad. Y algunas veces en la cama, despierto más temprano de lo que solí­a, en el silencio matinal de la casa, le asaltaba el miedo de la eternidad del tiempo ilimitado.

La palabra siempre, aplicada a la conciencia del ser espiritual que en él había, le llenaba de terror, el cual luego se perdí­a en vago desvanecimiento, como un cuerpo tras las asfixia de las olas se abandona al mar que lo anega. Sentí­a su vida atacada por dos enemigos, uno frente a él y otro a sus espaldas, sin querer seguir adelante y sin poder volver atrás. Esto, de haber sido posible, es lo que hubiera preferido: volver atrás, regresar a aquella región vaga y sin memoria de donde habí­a venido al mundo.

?Desde qué oscuro fondo brotaban en él aquellos pensamientos? Intentaba forzar sus recuerdos, para recuperar conocimiento de dónde, tranquilo e inconsciente, entre nubes de limbo, le habí­a tomado la mano de Dios , arrojándole al tiempo y a la vida. El sue?o era otra vez lo único que respondía a sus preguntas. Y esa tácita respuesta desconsoladora él no podía comprenderla entonces.

Ocnos, de Luis Cernuda


07 julio 2006

Ocnos, de Luis Cernuda

(Cosa tan natural era para Ocnos trenzar sus juncos como para el asno comérselos. Podí­a dejar de trenzarlos, pero entonces ?a qué se dedicarí­a? Prefiere por eso trenzar los juncos, para ocuparse en algo; y por eso se come el asno los juncos trenzados, aunque si no lo estuviesen habrí­a de coméroslos igualmente. Es posible que así­ sepan mejor, o sean más sustanciosos. Y pudiera decirse, hasta cierto punto, que de ese modo Ocnos halla en su asno una manera de pasatiempo).
Durante el estí­o publicaré epí­grafes de Ocnos. Mi abuela siempre llevaba el librito de Cernuda, una edición que le regaló su hermano.
18. "El Gran Gatsby". F.Scott Fitzgerald. 1925.

05 julio 2006

Postales

De ni?a me gustaba escribir postales en verano. Mi tí­a Julia susurraba que era un hábito de gentes solitarias. Tení­a razón.

Me gusta que Efervescente haya escrito en tono de postal. Sugiero que todos hagamos igual y deslicemos en el blog algo de nuestras vacaciones. En fin, que empiezo.

Querido Joaquí­n:

Un a?o más no podré ir a Santander por estas fechas. Me alegra que el cielo te refresque y planees actos para el curso próximo. Si te parece bien podemos hacerlos en El Mono Rojo, que siempre será más í­ntimo, sobretodo para el invitado; a nosotros ya no nos avergüenza la algarabí­a que formamos, a pesar de haber sido echados de los bares como los borrachos de Dostoievski. Bueno, besos y hasta pronto.

Tuya siempre,

Efí­mera

04 julio 2006

Santander

En Santander no llueve ni hace calor. Así­ debe ser el cielo por las ma?anas. Atrás quedan las tertulias. La última con "el otro grupo" en el que contamos con la presencia del autor del libro, "PSICOLOGOS, SIQUIATRAS Y OTROS ENFERMOS". No recuerdo su nombre pero se que es muy simpático y que además conoce a Adela. (Sus padres son artistas y conocen mucho a Juan, y por supuesto a su mujer: Adela). Le hablé de la posibilidad de reunirse con nuestro grupo y le pareció muy bien. Tendremos que hablarlo, pero yo creo que al menos una vez al a?o debemos tener un debate con la presencia del escritor de la novela a tratar. Conocemos a alguno. Las actividades culturales de Santander han comenzado. Hoy tenemos una mesa redonda con Manuel Vicent, aunque aún no se acabaron los mundiales de Futbol. ?Nadie se va a pasar por aquí para hacerme una visita?
(Al concluir este texto compruebo que su redacción es mas propia de correo que de Blog, pero no quiero empezar de nuevo su redacción) Concluyo sin despedirme. En los Blogs, no existen las despedidas, al menos eso es lo que yo creo.

02 julio 2006

Entre cursos


Regreso de los montes de Málaga. En una de las colinas tiene la casa mi hermano. Encalada y con jardí­n. Todo blanco y sobrio, barnizado por el espí­ritu danés de mi cu?ada Astrid (estrella bella, en la mitologí­a nórdica). Desde la terraza se ve el mar a lo lejos, la casa parece colgada de las nubes. El motivo de mi visita era estar, entre cursos, con mis sobrinos. Él tiene cuatro a?os y ella un a?o y medio. Aparecí­ como la tí­a de David Copperfield, sólo para hacerlos felices durante unos dí­as antes de que él comience el curso de verano y ella regrese a la guarderí­a. He aprendido a montar Legos y algunas palabras danesas que me traducí­a él, cuando en los primeros dí­as no entendía lo que mi sobrina necesitaba. Un lenguaje contundente lleno de palabras espa?olas y nórdicas que me convertí­a en una analfabeta divertida, rescatada por la bondad e inteligencia de un ni?o de casi cinco a?os. Por las ma?anas la vida comenzaba muy temprano allí en los montes y los ojos infantiles me hací­an ver el mundo de nuevo. Inefable, se llena de sentido cuando quiero relatar sus miradas. Recuerdo a Hugo von Hofmannsthal y Lady Chandos. Aquella carta a Francis Bacon: "Las palabras ya no llegan a él, tiemblan y se rompen, es como si ("como si", digo) estuviera protegido por un escudo de cristal" Y aún así­ él le escribe a usted, igual que le escribo yo, pues es usted conocido entre todos los hombres por elegir sus palabras y ponerlas en el lugar correcto y por construir sus juicios igual que un alba?il construye una pared con ladrillos". Cómo contaros la sorpresa de mi sobrino al tocar el raso de mi salto de cama- es muy suave- o al verme dar una voltereta en el agua- te aprietas la nariz. Cómo deciros la emoción que se siente al coger la mano diminuta y tierna de mi sobrina. Todo es alegorí­a, dice mi Philip.

De novelas... ?Cómo empiezan?

En mi primera infancia mi padre me dio un consejo que, desde entonces, no ha cesado de darme vueltas por la cabeza.
"Cada vez que te sientas inclinado a criticar a alguien -me dijo- ten presente que no todo el mundo ha tenido tus ventajas..."
No a?adio más, pero ambos no hemos sido nunca muy comunicativos dentro de nuestra habitual reserva, por lo cual comprendí­ que, con sus palabras, querí­a decir mucho más. Queda dicho que tengo una gran tendencia a reservarme toda opinión, hábito que me ha facilitado el conocimiento de las más extraordinarias naturalezas, y también me ha hecho víctima de no pocos latosos sempiternos. Cuando esta cualidad aparece en una persona normal, es captada en el acto por la mente anormal, que inmediatamente se adhiere a ella; así­ fue como, en la Universidad, se me acusaba, con toda injusticia, de ser un político porque conocía los secretos agravios de desenfrenados y desconocidos seres. La mayor parte de las veces, no iba a la caza de confidencias; en muchos casos, al advertir, por alguna inequí­voca se?al, que en el horizonte rondaba una revelación í­ntima, he fingido sue?o, preocupación o una hostil indiferencia; las revelaciones í­ntimas de la juventud, o al menos sus términos de expresión, suelen ser plagios y estar desfigurados por supresiones más que evidentes. Reservarse opiniones es asunto de infinito alcance.

23 junio 2006

Solsticio de verano

Esta noche quemad las flores que muerden. Ma?ana es San Juan.

21 junio 2006

Se desvaneció el misterio

Ya he descubierto lo que le pasó al pobre Alfonso: Do?a Magdalena y su hija Amalia contrataron el catering con El Rincón del Alamillo. Chablis, quesadillas, mole, nachos, tequila y gusanos. Recuerd0 que la calle Arenal se llenó de relojes oscuros, glorietas deformadas, sombras de serpientes, flores que mordí­an, tallos invisibles que atrapaban las piernas de Norma, torres que vigilaban como polifemos nocturnos los pasos de Joaquí­n y Silvia. No les dije que nos perseguí­an dos siluetas desdibujadas, cuyos susurros agónicos cantaban ?nos haréis tanto bien! , se hubieran asustado.

La cena

?Hubo una cena? En la plaza de Ramales los gorriones se jugaban la vida tratando de acceder al cestillo de las patatas. Nos amenazaba la gripe aviar.
Luego, paulatinamente, comenzó a llegar gente hasta completar el número de nueve. Y las palabras se fundieron desordenadamente como sombras deste?idas queriendo explicar una trabazón inexplicable. Los pájaros merodeaban a nuestros pies, pero las plantas no crecí­an. Eran las diez menos cuarto y la luz seguí­a iluminándonos. No estábamos ciegos. El alma parecí­a escapar. Si a las diez no estabamos junto al peque?o Álamo, algo funesto podrí­a llegar a ocurrir. Lo más probable es que nos quedaramos sin cena. Maldito Chablis. Malditas brujas que envenenaron al Capitán y lo enterraron en el jard­ín. O tal vez no. A Pitol le dejó tan desasosegado el relato que lo incluyó en su conferencia del Premio Cervantes. O quizá tampoco. ?Por qué acudió a la cita con las arpí­as? ?Por qué miró el cuadro? ?Por qué apresuró su ida o su regreso?
Carmen y Pura, no tan ajenas a cuanto estaba ocurriendo nos esperaban. ?Que les movio a aparecer por allí­ antes de la hora convenida? Entonces la verdura del jardí­n se hizo guacamole, y las raices se transformaron en punzantes chilaquiles. Las pesadillas olvidaron su pé inicial para convertirse en quesadillas. Las palabras acabaron por fundirse con el chocolate del mole poblano que inundaba los chiles de un marrón espeso.
Entonces, solo entonces, pudimos orientar nuestra mirada hacia los relámpagos ibsenianos que alcanzaban la mesa en forma de golpes secos que producí­an cierta efervescencia en el tequila. No estabamos solos. Ni ciegos. Ni , mucho menos, mudos. Al acabar la cena, Alfonso Reyes todavía estaba allí­, vigilandonos, acaso triste porque no habí­amos comprendido nada. Cuando llegué a casa me dijeron que era 21 de Junio y que aquel mismo dí­a debería llegar puntualmente el verano. Una mancha verde, como de restos de guacamole manchaba mi polo rosa. Tal vez fueran las huellas de una cena que debió existir.

19 junio 2006

Lineas oblicuas

Sobre mi cabeza habí­a hojas; en mi ojal, una florecilla modesta que yo no corté.(Reyes)
Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí­.(Monterroso)

18 junio 2006

De novelas...?Cómo empiezan?

Sobre el sofa del comedor habí­a gruesas cuerdas rojas, blancas y verdes, los colores de la bandera nacional, además de trozos de cordel, pedazos de papel y un ejemplar roto del periódico local, con el nombre y el a?o impresos en grandes letras en la portada: Gaceta de Sórszeg, 1899.
Junto al espejo, ba?ado por la brillante luz del sol, un calendario mostraba la fecha: viernes, 1 de septiembre.
El reloj de pared -resguardado en su caja de cristal con marco de madera ricamente labrada- seccionaba con el vaivén de su péndulo de latón el dí­a, que parecí­a infinito, y marcaba la hora: la una y media.
Los padres preparaban el viaje en el comedor.

12 junio 2006

Preguntas lunáticas de lunes ventoso

En Madrid no sopla la tramontana, pero no nos hace falta, estamos locos. En fin, me pregunto, antes de repasar la clase que voy a dar a las escritoras de El Mono Rojo - el mejor taller de creación literaria del mundo subterráneo-la resolución de varios misterios; a saber:

1. ?Dónde está Pura? ? Se ha escapado con algún torero de la Feria? De San Isidro,se entiende.
2. ?Dónde está Adla? Esperamos su crónica de Berlí­n y el De Novelas.
3. ?Cristina, eres Darling?

La casa se viene abajo con los portazos, parece que estoy en Cadaqués.

11 junio 2006

Mi Feria del Libro

Aún es domingo. Hoy me he zambullido en la piscina por primera vez en la temporada. El agua estaba frí­a. Los vecinos nos quejamos porque el césped está hecho una pena ya desde el principio. Parece un barrizal, ?Tan poco romántico! Como mi última entrada en el blog, que a Efí­mera no gustó nada de puro prosaica que era. La realidad ensucia, a veces, es tan así­...

También hoy terminó la Feria del Libro. Gloria me habí­a invitado a la presentación del libro de los alumnos de Fuentetaja, en el Pabellón Carmen Martí­n Gaite, pero la cita (13 horas) coincidí­a con el ba?o de mis carnes en cloro, que es mucho menos intelectual pero tanto más refrescante.

Para ba?o intelectual, mis otras visitas a la Feria, que este a?o frecuenté con insistencia:

Viernes, 26 de mayo: la Reina inaugura la Feria a las doce de la ma?ana. El Paseo de Carruajes, hacia la zona de O'onnell, a rebozar. Los seguratas apartan se?oras marí­a y jubilados con la autoridad que les da su corpulencia. No hacen uso de armas. Algunos llevan perros que olisquean los bajos. Dejo al director territorial de movistar en el besa manos, me aseguro de que besa la mano y regreso al trabajo.

Una hora después vuelvo a la carrera pero al otro extremo de la Feria, que cierra la carpa de movistar. Todo a punto y muchos nervios, sobre todo cuando ya es evidente que la Reina se retira y no besará más manos: abandona a mitad del recorrido por una salida lateral, hacia Menéndez Pelayo. Entonces, me marcho por segunda vez.

Sábado 27 de mayo. Por la tarde, al caer el sol, me acerco dando un paseo con mi lista de libros deseados en una hoja de libreta. Un fallo: no sé qué editorial los ha publicado. Encontrarlos con la muchedumbre que se ha volcado en ese primer sábado de Feria es una tarea casi imposible. Me acerco a la caseta de Literaturas.com y compro el único libro que tenía localizado: "Cuadernos Crí­ticos", de Clandestino Menéndez. Va de crí­tica despiadada a algunos libros, éxitos de Pryca. Un poco más allá compro también unos libros de actividades infantiles para un sobrino que lleva cuatro dí­as en el hospital, a régimen de ventolín y oxí­geno, a partes iguales, por una alergia al polen.

Sábado 3 de junio. A la tercera va la vencida: Regreso a la Feria con mi lista de libros, a la que he a?adido la editorial y en un alarde de organización, el número de Caseta. Aún no ha caí­do el sol pero para entonces ya tengo localizada la máquina del agua: mi primera adquisición de la tarde. Me llevo "Mortal y rosa", de Francisco Umbral, y "Apocalí­pticos e integrados", de Umberto Eco. Este último para leer el capí­tulo dedicado al mal gusto literario.

Jueves 8 de junio. 19:00 horas. He quedado con mis compa?eras de marketing en la puerta del pabellón Carmen Martí­n Gaite, para la entrega de premios del Concurso Literario de Hiperbreves Movistar. Tenemos que llamar a la organización para que eche a los de la actividad anterior (Charla sobre los blogs literarios, prometí­a). Van llegando los premiados y en diez minutos vestimos la sala de movistar.

Una de las finalistas es alumna de Gloria en el Taller de Fuentetaja. Vienen Sara y Joaquín, me siento acompa?ada. Les presento a Alfonso, profesor de novela y miembro del Jurado.

19:30 horas. Llega mi jefe y comenzamos la presentación. Como Secretaria del Jurado me toca anunciar los premios: nombre y apellidos del premiado, miembro del jurado que entrega el premio. Con la emoción se me olvida leer el relato, pero lo hago sobre la marcha.

En media hora hemos acabado y Joaquín, Sara, Alfonso (Fernández Burgos) y Nacho (Fernández, también jurado) nos vamos a tomar cervezas. En cuestión de minutos se crea un debate sobre qué es lo que caracteriza un hiperbreve, o qué condiciones debe cumplir para que sea tomado como tal.

Alfonso afirma que un hiperbreve debe contar una historia (inicio, nudo y desenlace) y debe crear una realidad que se contenga en él. Es decir, apelar a una realidad externa a través de significados (Ulises, dinosaurios...) es hacer trampa. Nacho a?ade que un hiperbreve, además, debe tener un final sorprendente. También nos cuenta sobre trozos de texto insertos en un relato mayor, que por si mismos tienen entidad suficiente como para ser un relato. Es decir, que un relato serí­a la suma de múltiples mini relatos independientes. Sara no está muy convencida de la teorĂ­a de Alfonso. Además, parece tan seguro de si mismo, es tan categórico. Así­ que dirige su atenciĂłn a Nacho. Al marcharnos, lo invitamos a nuestra tertulia de Ramales. Nuevo ligue literario de Norma y JoaquĂín, esta vez apoyados por Sara.

Sábado 10 de junio. Por la ma?ana, me llama una amiga desde la Feria del Libro. Hace mucho que no nos vemos. En media hora estoy allí­. Esta vez llegamos hasta el final --o el principio-- en la calle O'Donnell. Casi al salir descubrimos la caseta de la Asociación de Editoriales Independientes Argentinas. La parada es obligatoria. Compro "Cómo me reí", de César Aira. Es un librito de un escritor argentino de éxito actual que ahonda en la distancia entre el chiste y la risa: la melancolí­a.


Domingo 11 de junio. Desisto. Me pierdo la presentación del libro del Taller de Fuentetaja.